EVITAR LA CONTAMINACIÓN LUMÍNICA
existe otra forma de iluminar la noche
Por contaminación lumínica se entiende la alteración de la oscuridad natural del medio nocturno producida por la emisión de luz artificial, fundamentalmente causada por las instalaciones de alumbrado nocturno de exteriores. El derroche innecesario de iluminación y su diseño poco inteligente contribuyen a aumentar el resplandor nocturno de la atmósfera y a borrar las estrellas y objetos celestes de nuestro firmamento. Conservar el cielo nocturno no implica necesariamente apagar la luz sino saber iluminar adecuadamente. Supone conocer: ¿Donde es realmente necesaria la iluminación y que servicio útil presta? ¿Cuánta iluminación, y que tipo de luz necesitan las áreas, edificios y calles que es necesario iluminar? ¿Qué efectos indeseados puede acarrear el iluminar una zona?. ¿Cuál es la forma más inteligente de iluminar? La oscuridad del cielo nocturno no está reñida necesariamente con la seguridad ni con nuestra calidad de vida. El uso de una iluminación inteligente –aquella que reduce la contaminación lumínica al mínimo- aporta más ventajas que inconvenientes. Nos ponemos siempre de acuerdo en la necesidad de alumbrar, pero igualmente importante seria saber valorar cuanta oscuridad necesitamos.
ILUMINACIÓN INTELIGENTE
¿Porqué queremos iluminar el cielo si ya brillan las estrellas?
Iluminar inteligentemente implica satisfacer de forma razonable nuestras necesidades de iluminación reduciendo al máximo la contaminación lumínica. Hoy en día disponemos de tecnología y conocimientos para garantizar la calidad de nuestros cielos nocturnos. Bastaría con:
• Usar luminarias que eviten por completo las emisiones innecesarias de luz hacia el cielo y sobre el horizonte.
• No sobreiluminar o despilfarrar la luz, es decir, no aplicar niveles de iluminación superiores a las recomendaciones internacionales en cada caso.
• Adaptar el tiempo de iluminación a las necesidades reales. No iluminar cuando no hace falta. • Usar lámparas cuyo espectro luminoso tenga la máxima intensidad en las longitudes de onda a las que el ojo tiene la máxima sensibilidad (luz útil), evitando las lámparas de amplio espectro (de luz «blanca») que son también las que consumen más energía.
• No usar lámparas que emitan en espectros dañinos para los seres vivos (ultravioleta). Con estas simples decisiones conseguiremos ahorrar energía y combatir el cambio climático, aumentar la calidad de vida reduciendo la luz molesta, contribuir a la conservación de la biodiversidad y, especialmente, recuperar la capacidad de ver las estrellas..
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